Patagonia y Antártida

No hay límites para el universo viajero y la literatura de viajes. Si bien nuestro catálogo viaja hacia distintas latitudes, tenemos una fuerte especialización en la Patagonia y en la Antártida.

La Patagonia, ese fantástico universo que late en el extremo meridional de América del Sur, con sus montañas salvajes, sus bosques, y sus vastas extensiones desiertas, ha impulsado a viajeros de la talla de Darwin, Fitz Roy o Plüschow.

He venido desde mi lejana patria para volar por encima de infinidad de parajes que el ojo hu­mano no había contemplado aún, aportando así una nueva luz a las oscuras páginas de la Historia del Mundo.

A quien no esté acostumbrado al mar, una sola mirada a esa región le bastaría para soñar durante ocho días seguidos con naufragios, peligros y muertes.

La sed es un gran enemigo del explorador polar y casi todos la han sufrido…

A nuestro alrededor se amontonaron, y quedaron inmóviles por varias horas, una infinidad de bloques de hielo arrastrados por la marea; tan llena estaba la bahía, que nos parecía como si nos hubieran transportado de repente a un mar polar.

Agostini fue el Cristóbal Colón del hielo continental.

Alberto De Agostini fue en el siglo xx lo que el perito Francisco Moreno en el siglo xix: un explorador de lo desconocido y un descubridor de la magia indefinible de la Patagonia.

La Antártida fue el último continente en ser explorado por el hombre, quizá por su inaccesibilidad y su lejanía de las tierras habitadas. El primero en avistarlo fue Fabian Gottlieb von Bellingshausen, en su viaje alrededor del mundo entre 1819 y 1821. Sus gélidos parajes han sido testigos de importantes expediciones, como las de Amundsen y Scott, quienes debieron luchar contra la furia de los elementos para alcanzar el ansiado Polo Sur en los años 1911 y 1912 respectivamente, o como la de Sir Ernest Shackleton, cuyo viaje representa, sin lugar a dudas, uno de los más emocionantes testimonios de supervivencia en la historia de la humanidad.

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